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Los frutos secos han acarreado durante muchos años la fama de alimentos no saludables, debido sobre todo a su elevado aporte calórico. En realidad, se trata de un ingrediente fundamental para nuestra dieta, sabroso a la vez que saludable y con innumerables beneficios y propiedades que aportar a nuestro organismo.
Contienen principalmente grasas insaturadas, esas “grasas buenas” que contribuyen, entre otros, a reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares y controlar los niveles de colesterol malo.
También son fuentes de proteínas vegetales, de minerales como calcio, magnesio y fósforo, de ácido fólico, de vitaminas y antioxidantes.
La Organización Mundial de la Salud incluye los frutos secos entre los alimentos recomendables para una dieta saludable. Son ricos en ácidos grasos Omega-3, vitaminas y minerales. Mejoran la función del corazón, son activos en la lucha contra el cáncer y reducen el riesgo de Alzheimer. Pero ¿nos conformamos con tomar sólo un puñado?
Las pautas dietéticas aconsejan no pasarse de 30 gramos al día varias veces por semana. Con esta mesura, los frutos secos, además de ser aconsejables, no engordan. Aunque conviene saber que no todos contienen la misma cantidad de grasa.